¡Hablar sin palabrotas!

No cabe duda que los primeros que utilizamos palabras malsonantes somos nosotros los adultos, y somos por tanto, los que servimos de ejemplo para nuestros pequeños. Los adultos solemos utilizar alguna que otra mala palabra en nuestro hablar cotidiano casi sin darnos cuenta, como si tal cosa, poniéndonos en evidencia. 

Los niños aprenden de nosotros los adultos, pero ¿qué podemos hacer cuando los niños dicen malas palabras y hacen uso de ellas? 



Los niños pequeños suelen imitar todo lo que hacen los adultos que por lo general nos suele resultar llamativo y gracioso. Ver a un niño peinarse como lo haría un adulto nos saca esa sonrisilla y ese comentario adulador; pero del mismo modo, un niño prueba esa reacción al decir una palabrota. Es decir, un niño imita a un papá en todos sus aspectos recibiendo de forma continua comentarios y besos como premio por su picaresca al imitar a su papá; ¿porqué no entonces iba a imitar lo que dice? Si ve a su papá decir palabrotas durante un partido de fútbol televisado, porqué no probar a decirlas él también a ver si así se gana un achuchón por parte de su madre o de su padre al hacer la gracia. Por tanto, los niños dicen malas palabras como si fuera una gracia de un concurso de humor. Dado el origen o la causa que hace que el niño las diga, esperando una respuesta de aprobación por parte de sus mayores, el primer paso, entonces será no festejarles la gracia, y hacerle saber que no daremos lugar a ese tipo de vocabulario en nuestro hogar.


Muchas veces, aunque los padres no utilicemos malas palabras en nuestro hablar cotidiano, los niños las pueden escuchar en otros lados y utilizar por otros motivos. Como, por ejemplo, decirlas porque las escucharon en boca de otros niños, compañeros del jardín de infancia; usarlas para agredir; usarlas porque le gusta la manera en que suena la palabra o simplemente, la utiliza inocentemente, sin conocer su significado verdadero.

Recientemente, escucho en dibujos animados infantiles algunas palabras como "estúpido", "imbécil"... que no son realmente palabrotas, pero implican hacerle daño a alguien, son insultos. Debemos seguir muy de cerca los dibujos animados que ven y oyen nuestros hijos, porque tendrán una gran influencia en su desarrollo. Si queremos que nuestros pequeños se eduquen en el respeto, debemos empezar por el lenguaje, que desde su más tierna infancia actúa como regulador de su comportamiento. 


¿Cómo frenar el uso de las palabras malsonantes en los niños?

Si sabes qué origina el uso de las malas palabras en niños será más fácil encontrar una solución. Si en tu casa suelen utilizar malas palabras, el cambio deberá empezar por los adultos, ya que esto es lo que te dará verdadera autoridad para corregirlo.

Si las malas palabras las repite porque las escucha de sus amiguitos, enséñale que es una parte importante de la vida no copiar las malas actitudes que veamos en nuestros amigos, primero porque algunas de ellas, pueden no ser buenas, y segundo, porque deben aceptarnos por lo que somos y no por lo que imitamos. Cada ser es único y debe tomar sus propias decisiones, y hacerse responsable de las consecuencias.

La educación en el respeto y en la igualdad es la mejor que podemos inculcarle a nuestros pequeños, sabiendo que el vocabulario que desarrollen les ayudará a gestionar su conducta y a regular su comportamiento. Un vocabulario lleno de insultos y palabras mal sonantes irá dirigido a situaciones conflictivas que no le aportarán nada bueno. En cambio, un lenguaje lleno de palabras orientadas al respeto, la confianza y el cariño no solo ayudará a nuestro pequeño a gestionar sus emociones de forma apropiada sino también las situaciones que se le presenten, gestionando el conflicto exitosamente.



Quiero que mi hijo aprenda a jugar solo

Uno de los temas que más se dan entre las madres, además de la alimentación y el sueño es el modo de jugar de nuestros pequeños. Por lo general, la queja va encaminada a que no saben jugar solos y que nos reclaman a cada momento. Claro, es normal que ante esta situación nos preguntemos si es que no son capaces de jugar solos por edad o porque son muy dependientes..

Algunos niños quieren que siempre estemos con ellos, todo el tiempo, jugando con sus muñecas, haciendo puzzles, leyéndoles un libro o haciendo castillos de arena. Cuando nuestros hijos nos reclaman todo el tiempo para jugar, ya sea en casa o en el parque, debemos saber que es bueno que de vez en cuando les dejemos jugar solos, aunque al principio nos cueste un poco a todos.

Permitir que nuestros hijos jueguen solos no significa que les dejemos solos en una habitación, sin ningún tipo de supervisión, ni tampoco que les entremos en los parques infantiles permaneciendo sentados en un banco tres o cuatro metros más lejos. No, no hablo de este tipo de juego a solas. Esto no favorece para nada lo que estamos intentando. Hablo de estar juntos, cada cual realizando sus propias tareas y estando disponible cuando nuestros pequeños nos reclamen para resolver alguna dificultad. Si lo que queremos es que aprendan a jugar solos lo que deberíamos evitar es dejarlos en una habitación a solas, donde lo que probablemente sentirán es abandono y desinterés por nuestra parte hacia ellos. 

Es muy importante que jueguen de vez en cuando solos para su desarrollo cognitivo y emocional ya que el juego en solitario, sin la intervención constante de un adulto, les permite explorar el mundo que les rodea y aprender otros modos diferentes de jugar y de relacionarse con sus cosas y entorno. El juego individual o en solitario, al contrario de lo que muchas mamás y papás piensan, no es malo, es más, los niños a partir de los 2 añitos ya saben perfectamente distraerse solos jugando con sus cosas.

Si lo que queremos es que nuestro pequeño de dos o tres años vaya cogiendo el hábito de jugar solito, porque así lo necesitamos todos, debemos empezar poco a poco. Primero jugaremos juntos, para ir dejando pequeños espacios en los que sólo jugará él o ella, nosotros permaneceremos a su lado pero sin intervenir de ninguna manera.

Cuando hayamos conseguido que nuestro hijo vaya jugando solo, ya sea haciendo puzzles, figuras con plastilina, mirando cuentos, pintando o lo que quiera hacer en ese momento, nosotros podremos hacer una actividad distinta, ya sea responder un correo electrónico, planchar, leer o lo que deseemos hacer. 

El hecho de que queramos que los niños aprendan a jugar solos no es solo por su desarrollo cognitivo y emocional, sono que jugando solos, los niños aprenden a tomar decisiones por ellos mismos y si se equivocan, nadie los reprende ni les dice nada como por ejemplo "cariño, así no", "de este modo no vas a poder", o frases por el estilo.

Recordemos que también es importante que vayan jugando solos para desenvolverse en el terreno del juego simbólico, que comienza sobre los 2 años, viendo a tu hijo, por ejemplo, cogiendo su muñeco, acostándole en una cunita y hablándole; o cogiendo un tapón de refresco y utilizarlo como si fuera un coche que va recorriendo un camino imaginario. A esto llamamos juego simbólico.

Además, de esta manera, nuestros hijos pueden hacer y decir cosas que quizás delante de un adulto no harían porqué están prohibidas o porqué se sienten un poco avergonzados, como por ejemplo decir alguna palabrota o poner caras interesantes. 

Es importante saber que es normal que nuestros pequeños nos vayan reclamando y que quieran que estemos por ellos, así que tampoco hay nada de malo en atenderles siempre que nos lo pidan, aunque sea para decirles "ahora no puedo cariño, te ayudo cuando termine". 

Veremos como poco a poco nuestro pequeño va cogiendo el hábito y podrá jugar individualmente sin nuestra ayuda. Pero cuidado, jugar en solitario es beneficioso para su desarrollo pero no abusemos de ello. Dejar que siempre estén jugando solos también les priva de nuestra atención y participación en su mundo emocional. Para ellos y para nosotros es fundamental encontrar el equilibrio entre juego en solitario y juego compartido, el tiempo de juego en común proporciona también una gran cantidad de ventajas que no deberíamos menospreciar.

Cautivo en libertad

Quiero compartir esta maravillosa historia que nos muestra el poder que tienen nuestros pensamientos y sentimientos sobre nosotros. Lo que pensamos, en muchas ocasiones se vuelve recurrente e incluso obsesivo. En algunas ocasiones los vemos como pensamientos ilógicos, pesados, involuntarios como son ideas sobre el futuro, sobre lo que podemos hacer, etc. Resulta molesto pensar esas cosas desagradables de manera continua e incontrolable, pero resulta aun más peligroso si nos las creemos. Suele ocurrir que pensamos demasiado en hechos pasados; y el pasado nos hace prisioneros impidiendonos vivir el futuro. Es este el ejemplo que vemos en esta historia que nos hará crecer como personas: NUESTROS ENEMIGOS NO SON LOS QUE NOS ODIAN, SINO AQUELLOS A QUIENES ODIAMOS.

"Un ex-convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia y quienes habían podido sobrevivir a aquella horrible experiencia. El visitante le preguntó a su amigo:

- ¿Has olvidado ya a los nazis?

- Si -dijo este.

- Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.

Su amigo, mirandolo con cariño, le dijo apaciblemente:

- Entonces, aún siguen teniéndote prisionero."



A veces nos encerramos tanto en emociones como el rencor, el odio, la tristeza o la añoranza del tiempo pasado que nos impide seguir caminando y nos hace prisioneros de ese recuerdo. Quitemonos esos grilletes y dejemos que nuestras emociones y nuestros pensamientos queden libres para sentir y experimentar el momento presente y disfrutar de la actual compañía, recordando el pasado sin sufrir.

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