El Juego. Una herramienta imprescindible para hacerse mayor.

Me gustaría dar comienzo a este tema lanzando las siguientes preguntas: 

¿porqué es importante el juego? ¿porqué cuando éramos pequeños queríamos jugar y jugar? ¿porqué necesitábamos imaginar situaciones, tener con quien jugar...? ¿porqué llega un momento en el que ya no queremos jugar, o si que seguimos jugando?

Bueno, espero que estas preguntas nos hagan reflexionar un poco y nos traigan gratos recuerdos, pues en eso consiste la infancia, en llenarla de buenos recuerdos.

El juego es una herramienta muy poderosa con la que los niños aprenden a gestionar emociones, relaciones sociales, situaciones desconocidas, entrenándose así para la vida adulta. Los cachorros de otras crias de mamíferos, juegan a cazar, a pelear, o a morder como lo harían sus progenitores en la vida adulta. Entra en una dinámica donde se entrenan "como si" con la ventaja de poderse equivocar y rectificar sin ningún coste. Por eso, se adoptan roles durante un juego: veríamos a niños jugando a las tiendas y ser compradores y vendedores; veríamos a niñas ejerciendo de maestras y a otras de alumnas... Es decir, se practica una actividad, se experimenta una situación ficticia en un contexto lúdico, divertido donde se aprenden a gestionar emociones, reacciones, relaciones... siendo todo ello vital para un buen desarrollo emocional, social y personal. En el juego, como en cualquier otra cosa donde tenemos la oportunidad de elegir, preferiremos más un rol que otro y adoptaremos una actitud u otra según nuestras características de personalidad y nuestra historia de aprendizaje.

Independientemente de la edad que tenga un niño, es importante que los padres jueguen con el. Que un padre o una madre juegue con su hijo va a hacer que el niño se sienta seguro y guiado durante el desarrollo de la actividad; pero cuidado, intentemos no ser directivos durante el juego, pues una cosa es guiar y otra imponer. Muchos padres consideran que sus hijos no juega deacuerdo a las normas que ellos consideran e imponen las suyas. Pongamos unos ejemplos:

Un niño de 4 años que juega con bloques de colores a tirarlos, se rie y disfruta destrozando la torre que antes había construido. Su madre le riñe y le dice que no tire lo que ha construido. 

En este momento lo que ocurre es que el niño se siente coaccionado, juzgado por la persona que más quiere en el mundo y se siente reprobado por ella. Ya el juego ha dejado de ser divertido.

Una niña de 6 años que juega a "leer" un cuento. Ella no lee el cuento, juega a leerlo, aunque en realidad se lo inventa e imagina lo que ocurre en la historia, por las ilustraciones que aparecen en él. Su padre le dice, que se deje de tonterías y que empiece a leerlo, que ya le han enseñado a leer en el colegio y que tiene que practicar.

Igualmente la niña deja de disfrutar de esa actividad y puede rechazar la lectura en un futuro por ser algo impuesto.

Durante el día, un niño se ve  controlado por una serie de normas, la mayoria implícitas (que no están escritas en ningún sitio pero que por el contexto se saben), que impiden que hagan lo que quiere en cada momento, pero hay un momento en el que esas normas tendrían que desaparecer, y ese momento es durante el juego. Durante el juego, el niño se tiene que sentir libre de poder poner las normas que el quiera y el adulto dejarse hacer, pues cuando el juego acaba, el niño deberá responder a las normas del adulto de igual forma que antes el adulto respondió a las suyas. 
Con esto, estamos enseñando al niño a obedecer normas, pero también a ser justo cuando las tenga que poner él. Le damos libertad y espacio para que se exprese y saber que es aceptado tal y como es.

Es cierto que el juego va evolucionando a la vez que el niño/a va creciendo cognitivamente. Un bebé de 8 meses no juega a lo mismo ni de igual manera que un niño de 2 años y uno de 2 años tampoco como el que tiene 4. Es decir, el niño tiene que desarrollarse y explorar el espacio, y esta exploración y desarrollo la hará a través del juego.

Cuando los niños juegan, aparecen dos componentes fundamentales que no están propuestos de forma intencional, pero que ocurren, que son que cuando un niño juega se divierte y también se educa. A través de los juegos motóricos y sensoriales, el pequeño desarrolla destrezas motrices, toma conciencia de su cuerpo, aprende a utilizarlo y a controlarlo, se estimulan y desarrollan sus sentidos. Con la acción sobre los objetos, conoce sus cualidades y el mundo que le rodea (lo va interiorizando). Aprende características de la realidad y las controla. El juego respeta la individualidad de cada niño y está vinculado a los distintos aspectos de desarrollo.

El desarrollo motor ayuda a la sincronización de movimientos, la coordinación viso-motora o el desarrollo muscular, tanto grueso como fino. Son ejemplos de ello: lanzar y recoger la pelota, jugar a los bolos o hacer juegos de encaje.
En el juego se reconoce una función diagnóstica porque, a través del desenvolvimiento del niño en una actividad lúdica es posible, no sólo conocer el nivel de desarrollo de distintos aspectos, sino también detectar posibles problemas y trastornos, que se manifiestan con naturalidad en el juego.

En relación con la dimensión cognitiva, se constata que la acción sobre los juguetes permite conocerlos e ir adquiriendo las estructuras cognitivas básicas. A través del juego simbólico* se pone en funcionamiento la capacidad de representación y se desarrolla el pensamiento. En el juego se crean multitud de situaciones que suponen verdaderos conflictos cognitivos contribuyendo a la formación del lenguaje y con ello favoreciendo la comunicación.


En el juego, el niño controla sus emociones, que suelen ser intensas e implican a todo su ser; en él se canaliza la energía. En las actividades lúdicas reduce su tensión interna y puede manipularla. Al principio es individual y va evolucionando hacía formas más sociales, centrándose, primero, en los padres (el adulto); luego se dirige a otros niños. Compartiendo con otros niños y respetando el turno de juego, el pequeño puede superar su egocentrismo y comprender el punto de vista de los demás.

Hasta los tres años, su relación se reduce a muy pocos niños (dos o tres), y a través del juego se evidencian tipos de sociabilidad y de relaciones. Los primeros intercambios sociales se producen cuando los pequeños comparten risas y gestos y hacen movimientos juntos. En el juego de luchas hay contacto físico y social. Este juego le sirve para modular sus impulsos y medir sus fuerzas de forma ludica y sin animo de dañar al otro.

Con el juego simbólico van adquiriendo más importancia los juegos de tipo colectivo, favoreciéndose las interacciones sociales. En estos juegos el niño aprende a representar los papeles sociales; el intercambio entre ellos favorece este aprendizaje, ya que se imitan y corrigen unos a otros. En el juego de reglas aparece el compañero de juego. Al suponer ciertas prohibiciones, el juego permitirá al pequeño tomar conciencia de los derechos de los otros.


Cuando jugamos con un bebé muy pequeño, el adulto se adapta al niño y no debe ser al contrario. Un adulto no debe esperar que un bebé de un año corra como él ni muchísimo menos. Será el adulto quien se ponga a su nivel de altura y de comprensión para conseguir la atención del niño y compartir un momento divertido. 

*A los 18 meses aparece el juego simbólico, que es como entre los profesionales del desarrollo llamamos a ese juego que se produce entre el niño y un objeto, sin ser este el que representa ser. Es decir, una cajita de cerillas representa ser un coche, y el menor juega con ella como si fuera un coche. Una cacerola en la cabeza hace de casco de batalla y un globo alargado de espada. La imaginación del niño está siendo desarrollada hasta tal punto que es capaz de extraer cualidades físicas de un objeto y ponérselas a otro de forma que funcionalmente sean iguales. 

Los niños de 2 y 3 años no saben aún jugar con otros niños. Es lo que llamamos el juego en paralelo. Este juego es la aproximación física de dos niños jugando a lo mismo pero por separado. Es decir, un niño al lado del otro, jugando a lo mismo pero sin interactuar entre ellos. Esto se da por que el niño, debido a su egocentrismo natural, se ve inmerso en su propio mundo y no le resulta interesante lo demás.
En esta edad, a menudo suelen rivalizar por un juguete. Es la tipica edad en la que todo es suyo y no les gusta prestar o compartir pues piensan que los va a perder. Esto es normal, si pensamos que acaban de descubrir el significado de "mío".

Pasando esta edad, sabemos que la escolarización en infantil y primaria hace que aprendan a jugar con los demás niños y su crecimiento en las áreas cognitivas, motoras y afectivas irán dando lugar a juegos de roles y de grupos como las casitas, los médicos, el futbol... y más adelante a juegos de lógica, de ingenio o de mesa como son el ajedrez o el monopoly. Que aparezca nuevos intereses, no significan que ya desestiman los anteriores, pues a un niño de 8 años le puede gustar mucho jugar al pilla-pilla y también a la Nintendo o al parchís. Es decir, estas etapas, aunque se van sucediendo, no son exclusivas,  se solapan y se complementan en función de los gustos e intereses del niño.

¿Existe el juego en la adultez? Pues diríamos que sí, que existe. Básicamente se juega con el mismo objetivo, que es el juego en sí mismo, pero también se busca al igual que en la infancia poner a prueba nuestras habilidades motoras, como por ejemplo en el billar; nuestras habilidades perceptivas como en los juegos de lógica, ya sean los sudokus o sopas de letras; y nuestras habilidades afectivas como son los juegos de roles en la realidad virtual de un videojuego como es por ejemplo, Los Sims.


El juego nos acompañará a lo largo de nuestra vida como una forma de expansión de nosotros mismos, una forma de desconectar, como una forma de relacionarnos, de aprender y de desarrollarnos como personas.


2 comentarios:

  1. Propón a un niño algo mediante palabras, a ver si se entera. Después, intenta transmitirle la misma información mediante un juego, a ver cómo reacciona ahora. El juego, la mejor didáctica! :)

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    1. Pues sí Maribel, la verdad es que el juego es nuestro lenguaje más primario y la imaginación, nuestra estrategia para desarrollarlo!!

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