Bipolar

Se trata de un trastorno cerebral crónico (también conocido como trastorno maníaco-depresivo) caracterizado por episodios de cambios extremos y alteraciones en el humor, la energía, el pensamiento y la conducta. Los síntomas más visibles son los de comportamiento, sin embargo, la enfermedad suele tener signos menos evidentes, pero graves a nivel cognitivo, cardíaco y metabólico. 
Quien padece una enfermedad maníaco-depresiva experimenta cambios del humor o de su estado de ánimo mucho más intensos que los que la mayoría de las personas experimentan a lo largo de su vida. Estos cambios del humor pueden ir desde la tristeza presente en la depresión hasta la euforia que caracteriza a las fases maníacas. La mayoría de los pacientes padece ambas fases de la enfermedad, depresión y manía, aunque algunos experimentan únicamente fases maníacas o fases depresivas.
Esta enfermedad es mucho menos frecuente que la enfermedad depresiva simple. Casi una de cada 100 personas adultas sufrirá una enfermedad maniáco-depresiva en algún momento de su vida. 
Este trastorno puede comenzar en cualquier momento durante la adolescencia o al finalizar la misma. Aunque en los adultos el TBP afecta en la misma proporción a hombres y mujeres, en los casos de inicio precoz aumenta la incidencia en varones, especialmente si el inicio del cuadro aparece antes de los 13 años; las mujeres, por otro lado, tienen mayor predisposición para presentar cuadros depresivos, aunque para menores de 12 años aumenta de nuevo la incidencia en varones. Sí es cierto que el trastorno bipolar (TBP) no afecta a todos los niños de la misma manera. La frecuencia, intensidad y duración de los síntomas y la respuesta del niño al tratamiento varían. 
El TBP es uno de los trastornos mentales con mayor componente genético. Numerosos investigadores han encontrado una incidencia incrementada de trastornos afectivos, tanto bipolares como unipolares, en los padres de niños y adolescentes con TBP. 
No obstante y a pesar de que en la génesis del TBP sabemos que interaccionan factores genéticos, biológicos y psicosociales, se desconocen los mecanismos concretos por los que se desarrolla el TBP precoz. Aunque los factores genéticos y biológicos juegan un papel primordial en la génesis del trastorno, los factores psicosociales pueden moldear la expresión de éstos y ahí su importancia. 

Existen pocos datos sobre el curso natural y la evolución a largo plazo del TBP de inicio precoz, principalmente en la edad prepuberal. Puig-Antich (1.980) describe una sintomatología cambiante a lo largo de los años. En la edad prepuberal la duración de los episodios tanto maniacos como depresivos tiende a ser corta con frecuentes cambios de un estado a otro. Cuando el niño entra en la adolescencia, la duración de los episodios y de los períodos asintomáticos tiende a incrementarse, presentado ya de adulto el cuadro clásico. 

El funcionamiento psicosocial de esta población a menudo está comprometido. Hay dificultades de autoestima, rendimiento académico, inestabilidad emocional y laboral, algunas veces ideación suicida. El pronóstico se empeora con la comorbilidad, por ejemplo, con el TDAH, abuso de sustancias, conducta de oposición, ansiedad y depresión, entre otros.

No parecen existir alteraciones de la capacidad intelectual relacionadas directamente con este trastorno, si bien, sí suele darse en niños y adolescentes un bajo rendimiento escolar y dificultades de aprendizaje en los momentos de mayor desestabilización. Igualmente su nivel de distraibilidad en los episodios maníacos dificultará mucho su normal funcionamiento. Aparecerá el ánimo irritable con estallidos de enfado.

La relativa frecuencia de síntomas psicóticos en la presentación de la manía en estas edades, incluye la aparición de alucinaciones, incluidas las auditivas, que pueden determinar en gran parte la mayor tendencia hacia el diagnóstico erróneo de esquizofrenia.

Algunos estudios efectuados en Harvard (Wozniak y col), describen el estado de ánimo en el TBP de inicio en la infancia con las siguientes características:
  1. Irritable, colérico, malgeniado, chiflado, soez, irrespetuoso, amenazante, enérgico.
  2. Explosividad afectiva.
  3. Inatento, atolondrado, insensato, acelerado, con accesos de risa incontrolados o siendo el payaso de la clase.
  4. Depresivo, triste, duro consigo mismo, tendencias suicidas, autodestructivo, autolesiones.


Estos mismos autores defienden la hipótesis de que la fase de grandiosidad (manía) se manifestaría como desafío extremo u oposición. Igualmente concluyen que no hay síntoma único que sea la regla de oro.

Otros autores encuentran variaciones en la sintomatología según la edad de presentación del cuadro. El humor lábil, inestable, cambiante y la irritabilidad son especialmente llamativos en los pacientes menores de 9 años (Carlson, 1983).

Clínicamente este fenómeno puede observarse en forma de cambios afectivos rápidos “tormentas afectivas” que hacen que a menudo los padres describan a sus hijos como impredecibles, beligerantes, desagradables, malintencionados, en definitiva y literalmente como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde. 

Estos niños, pues, presentaría su cara maníaca con un estado de ánimo irritable, explosivo, tomando a veces, la forma de psicosis, con pobre funcionamiento social y con consecuencias devastadoras para el niño y la propia familia que suelen verse desbordados. Por su exceso de energía, escaso juicio y búsqueda de emociones fuertes, muchos de estos pequeños bipolares presentan actividad temeraria o de índole sexual (Wilens y col.).



Ambas fases, se van alternando, la maníaca con la depresiva, haciendo difícil su control y la relación con estas personas.


Me resulta "chocante" cuando leo en un perfil de alguien que se describe a si mismo en una red social como "bipolar" pues creo que no saben realmente lo que significa, lo que estas personas y las que le rodean sufren a causa de esta enfermedad, y creo que deberían ser más consciente de la gravedad y usar el termino con más respeto.

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