
En los celos infantiles la relación que se ve amenazada es la que el niño tiene con sus progenitores. son un sentimiento natural que surgen en el niño cuando se siente desplazado. Consisten en sentir odio y rechazo hacia personas a las que se quiere mucho. El hecho de que sea un sentimiento contradictorio es lo que más dificulta su manejo, puesto que los niños -sobretodo cuando son más pequeños- tienden a ver las cosas como buenas o malas y les cuesta integrar dos facetas (una positiva y otra negativa) de un mismo objeto, persona o situación.

Los niños responden con miedo e inseguridad ante la amenza, ya sea real o no, de perder el cariño, la atención y los privilegios, que hasta hacia poco eran exclusivamente suyos. Los celos generan una respuesta compleja de dolor, desesperanza, rabia, tristeza y humillación. Las conductas que se han descrito en la literatura científica sobre con qué conductas mantienen los niños durante estados de celos son: rabietas, llanto, continuas llamadas de atención, desobediencia excesiva y agresividad manifiesta hacia el otro bebé (quitarle los juguetes, pegarle, etc.) y la regresión -o vuelta atrás- de conductas que ya había adquirido, como son volverse a hacer pis en la cama o no comer solito cuando antes ya había aprendido a hacerlo.

Cuando hablamos de celos infantiles, a todos nos viene a la cabeza la llegada de un nuevo hermano a la familia. Sin embargo, los niños sienten celos en muchas situaciones. Cuando tienen un hermano suele ser frecuente que aparezca esta emoción, pero también cuando hay algún otro niño que llama la atención de sus papás como son un sobrino, vecino, hijo de amigos, etc., cuando en las familias monoparentales aparece una nueva pareja, ... Incluso podríamos hablar de unos celos "evolutivos" que son los que experimenta el niño cuando pasa por la fase de "enamoramiento" (hablando en términos freudianos) de su mamá o su papá y tiene que compartir este amor con el otro miembro de la pareja parental. Estos celos evolutivos, se llaman a si, porque son propios de un período de tiempo en el desarrollo propio del niño y desaparecen una vez superada esta etapa.
Los niños nacen absolutamente dependientes de un adulto que cuide de ellos y que cubran todas sus necesidades básicas. Esta dependencia es física, pero también afectiva. Necesitan un apoyo constante en sus primeros años de vida. Cuando alguna circunstancia reduce el tiempo, el cariño o la dedicación que los padres ofrecen a un hijo, surgen los celos. El niño siente que tiene que competir por ganarse el cariño que hasta ese momento se le había otorgado de manera incondicional.
Los celos infantiles suelen considerarse normales y evolucionan favorablemente en un plazo más o menos largo de tiempo. Cuando los celos a un hermano o a otra persona se mantienen permanentes, pueden convertirse en patológicos y requieren un tratamiento especial. El proceso de adaptación es sencillo siempre y cuando el niño tenga una buena relación con ambos progenitores antes de la llegada del nuevo bebé y si continúa manteniendo lazos estrechos después.

¿Qué podemos hacer ante los celos de nuestro hijo?

La mayoría de los padres saben qué pone celosos a nuestros hijos. Simplemente el hecho de comprenderlo, cambia nuestra actitud ante sus muestras de celos. Hasta cierto punto, podremos ponernos en su lugar y entender que los celos no son más que una manifestación ante algo que les hace sentirse indefensos y vulnerables.
Por tanto es bueno darle la oportunidad de que exprese lo que siente, de una forma adecuada, que no resulte dañina para él ni para otros.
Cuando veamos que manifiesta celos, podemos acercarnos a nuestro hijo y decirle que entendemos cómo se siente, pero que no puede golpear a otros o a sí mismo. Si de verdad se siente tan mal, le recomendaremos que busque otras formas de expresarlo: pidiéndonos cariño o contacto a nosotros, utilizando juguetes u objetos inofensivos que le ayuden a descargar su ansiedad: cojines, pelotas o realizando conductas que le permitan relajarse: dar volteretas o correr en lugares adecuados para ello.
Si vemos que se aísla o no quiere jugar con el grupo por llamar nuestra atención, lo mejor es dejarlo tranquilo y cuando se reincorpore premiar con muchos elogios su decisión a participar de la actividad.
Estar pendientes de posibles situaciones que disparen el comportamiento celoso.

Es aconsejable mantener las rutinas en la medida de lo posible e incluso si lo creemos positivo a pedirle su colaboración con el cuidado del hermanito pequeño, haciendoles saber lo importantes que son para su hermanito y cuanto les ayuda que estén ahí con nosotros.
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