Dolor crónico: Fibromialgia


Es muy probable que en la última década hayamos conocido a alguien que padezca eso que le llaman "fibromialgia". Seguro, que al decir esta palabra se nos vienen a la mente algún conocido que la sufre. Por desgracia, su incidencia ha aumentado en los ultimos años haciendo que la mayoría de las personas conozcamos o tengamos una idea de qué se trata.
La Fibromialgia (FM) es un problema de salud reconocido como enfermedad por la Organización Mundial la Salud en el año 1992. Constituye una de las situaciones de dolor crónico generalizado más frecuentes en la población, así como uno de los problemas sanitarios más actuales en los países en desarrollo. 
En España, afecta al 2,4% de la población general adulta principalmente mujeres, en una proporción de 9 a 1 (EPISER 2001). Se presenta principalmente en la edad mediana de la vida (de 30 a 50 años) y después disminuye lentamente. Estos datos son similares a los ofrecidos por estudios en otros países desarrollados.

Además del dolor, se consideran otras manifestaciones clínicas como el cansancio, el sueño no reparador, los problemas cognitivos y otros síntomas orgánicos. Sin embargo, de forma mayoritaria se siguen utilizando los definidos en 1990 por la misma Academia Americana de Reumatología y un grupo semejante de expertos (Wolfe et al.,1990). En ellos, la FM se define por una historia de dolor generalizado de más de 3 meses de duración, de forma continua, en ambos lados del cuerpo, por encima y por debajo de la cintura, y con dolor en el esqueleto axial, raquis cervical o tórax anterior. Además, debe producirse dolor a la palpación en al menos 11 de 18 puntos dolorosos pre establecidos. 
No existen pruebas diagnósticas objetivas (analíticas o pruebas de imagen, entre otras) por lo que el diagnóstico es exclusivamente clínico. El dolor musculo esquelético es el síntoma principal; sin embargo, no es el único, pues los pacientes con FM suelen mostrar otros problemas como alteraciones del sueño, fatiga, cefaleas, rigidez, depresión, ansiedad, déficits atencionales y problemas de memoria, entre otros. Esta gran variedad de síntomas a veces es la responsable del peregrinaje de los pacientes por el sistema sanitario hasta dar con el diagnóstico de FM. De hecho, aunque actualmente se ha reducido el tiempo transcurrido desde que el paciente empieza con sus primeros síntomas hasta que obtiene el diagnóstico, nos encontramos con una duración media de inicio los síntomas en torno a los 10 años (Lledó, Pastor, Pons, López-Roig, y Terol, 2009). Por ello, es de vital importancia conseguir el diagnóstico lo antes posible para prevenir los problemas asociados a la cronicidad y disminuir el consumo de recursos sanitarios, tal y como han mostrado algunos autores (Annemans et al., 2008).

Con la FM nos encontramos ante un problema de dolor generalizado, no amenazante de la vida, de curso crónico pero no progresivo, de origen desconocido y que, en ocasiones, limita de forma considerable a los pacientes que la padecen. Una de las explicaciones más aceptadas actualmente sobre la FM, es la existencia de alteraciones significativas en los mecanismos de procesamiento del dolor, caracterizadas por un menor umbral en la detección de estímulos potencialmente dolorosos y un estado de sensibilización e hiper-excitabilidad central. Sin embargo, también es cierto que estas alteraciones se han encontrado en otras patologías de dolor crónico, por lo que no se puede afirmar que sean específicas de la FM (MSPSI, 2011).

Algunas características presentes en los pacientes con FM son: 


  • la disminución significativa en la frecuencia y tipo de actividades cotidianas, 
  • los largos periodos de reposo, 
  • las limitaciones físicas, 
  • el absentismo laboral, 
  • los problemas de sueño y el cansancio, 
  • los problemas familiares, 
  • la reducción en el número de contactos sociales, 
  • el uso excesivo de fármacos y de servicios médicos
  • ansiedad,
  • depresión,
  • irritabilidad, entre otros (Neumann et al., 2000; Sansone et al., 2004). 


En términos generales, los pacientes con FM identifican cuatro grandes áreas de impacto del problema: 
  1. síntomas (dolor, fatiga y problemas de sueño), 
  2. problemas emocionales y cognitivos(depresión y ansiedad, problemas de concentración, desorganización mental y problemas de memoria), 
  3. problemas sociales (relaciones familiares y de amistad alteradas y aislamiento social) 
  4. y problemas de actividad y trabajo (reducción de las actividades cotidianas y de ocio, reducción de la actividad física, interrupción de la promoción profesional o educativa) (Arnold, Crofford, Mease, Burgess, Palmer, Abetz, y Martin, 2008).
Hoy en día está ampliamente reconocido que el tratamiento más eficaz para estos enfermos combina la intervención farmacológica, física (ejercicio aeróbico moderado) y psicológica (terapia cognitivo-conductual). La demostración de la participación de variables psicológicas y conductuales (percepciones de control, pensamientos catastrofistas, estrategias de afrontamiento, miedo al movimiento, estados emocionales, conductas de dolor y su condicionamiento, o la evitación conductual, entre otras) en los resultados de salud, hace que la intervención cognitivo-conductual de las personas con FM deba ser un tratamiento de elección (Pastor et al., 2011; Peñacoba et al., 2011). Además, el hecho de que los pacientes presenten multitud de síntomas precisa que, con frecuencia, se realicen intervenciones simultáneas para tratar varios aspectos de la enfermedad (Abeles, Solitar, Pillinger, y Abeles, 2008). 
La evidencia disponible muestra que la combinación de intervenciones cognitivo-conductuales y biomédicas la opción terapéutica más eficaz para la mejoría en los resultados de salud en la FM (Häuser, Bernardy, Bernhard, Bernhard, y Schiltenwolf, 2009; Kröner-Herwig, 2009; Sarci-Puttini, Buskila, Carrabba, Doria, y Atzeni, 2008) y que esto también es así para otros problemas de dolor crónico musculoesquelético (Gatchel y Okifuji, 2006; Krö- ner-Herwig, 2009; Morley, Williams, y Hussain, 2008).



Ante la ausencia de cura los pacientes necesitan aprender a vivir con y a pesar del problema; por ello, la mayoría de los programas tienen como objetivo normalizar/incrementar la actividad del paciente, el funcionamiento social y el psicológico. Además, se suele entrenar en la adquisición y mejora de habilidades de afrontamiento activas, cognitivas y comportamentales (regulación de la actividad, autoinstrucciones, establecimiento de metas, entre otras) aplicando diferentes técnicas terapéuticas (reestructuración cognitiva, solución de problemas, distracción, condicionamiento operante, entre otras) (Pastor et al., 2003).





Fuente: INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA FIBROMIALGIA. 

LLEDÓ, ANA;  PASTOR, Mª ÁNGELES; Y LÓPEZ-ROÍG, SOFÍA. 
Departamento de Psicología de la Salud Universidad Miguel Hernández




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