El estrés

Todos habremos escuchado o dicho alguna vez: ¡Uff! ¡estoy estresado!, pero ¿qué es el estrés? a qué nos referimos cuando decimos esta frase, qué nos está ocurriendo cuando nos sentimos "estresados"?

Pues bien, el estrés es una respuesta fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
El estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, a pesar de lo cual hoy en día se confunde con una patología. Esta confusión se debe a que este mecanismo de defensa puede acabar, bajo determinadas circunstancias frecuentes en ciertos modos de vida, desencadenando problemas graves de salud.
Cuando esta respuesta natural se da en exceso, se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo humano y provoca la aparición de enfermedades y anomalías patológicas que impiden el normal desarrollo y funcionamiento del cuerpo humano. Algunos ejemplos son los olvidos (problemas de memoria), alteraciones en el estado de ánimo, nerviosismo y falta de concentración, en las mujeres puede producir cambios hormonales importantes como hinchazón de mamas, dolores en abdominales inferiores entre otros síntomas.
Por ello, cuando tenemos una sobrecarga de trabajo, de responsabilidades y nos sobrepasa, no nos percibimos competentes o capaces de afrontarlo todo, decimos que estamos estresados.
Esta expresión es comúnmente escuchada entre los adultos, pero últimamente también la escuchamos en los niños. Los estudiantes, desde niveles escolares tempranos, son presionados a seguir las demandas de los padres y maestros con agendas llenas de actividades escolares y extra escolares.
De igual forma que a los adultos trabajan en exceso horas extras, los problemas con el tráfico y los conflictos familiares les produce estrés, a los niños les ocurre lo mismo solo que sus problemas son distintos a los de los adultos.
Una realidad que les preocupa tanto a maestros como a pediatras y a psicólogos infantiles es enfrentarse a padres de niños que presentan síntomas como contracturas musculares, dolores de cabeza y problemas gastrointestinales. Estos síntomas  en muchas ocasiones son  signos que están relacionados con el estrés que sufren en sus vidas, que se somatizan en estos problemas, dado que algunos padres no comprenden que esos síntomas sean producto de una situación estresante.
Uno de los problemas que se le plantean a los profesionales es que los padres muchas veces no entienden es que algunos de sus hijos tienen hiperactividad o tienen problemas de aprendizaje a los que son sometidos y les resultan muy difícil abordarlos sin que les cause estrés. 
Cuando estos niños crecen y entran en la adolescencia, su nivel de estrés ha crecido con ellos. Además ocurre que en este período, ellos tienden a magnificar sus circunstancias, sus estados anímicos y eso agrava o acentúan sus respuestas de estrés. Eso favorece la aparición de respuestas en forma desmesurada, rebeldes, se porten mal en el colegio y bajen su puntuación en las asignaturas.

En la actualidad, no favorecemos el reconocimiento de  nuestras emociones. No nos enseñan a reconocer nuestras emociones y mucho menos a gestionarlas de forma adecuada. Expresar nuestros sentimientos se puede decir que es una "cursilada" y nos vamos haciendo un caparazón cada vez más duro y difícil de romper. Cuando los niños son más pequeños no sabemos o no podemos dedicar tiempo a educar en la expresión de las emociones y más tarde, en la adolescencia, nuestros hijos creen saberlo todo de la vida y no quieren que se les enseñe cómo afrontar las situaciones. Por eso, el desahogo y la expresión de una emoción de angustia sería muy favorable para evitar que se sienta estresado. Pedir ayuda, compartir una preocupación o tener un hombro donde llorar, es un potente antídoto para el estrés.

Uno de los factores que más influyen en que un niño pueda estar estresado, además de la sobrecarga de actividades escolares, es las relaciones disfuncionales en el hogar. Las discusiones entre los padres, una falta de acuerdo ante algún aspecto que repercute en el menor o una situación caótica en la gestión de la casa, favorece un estado de estrés e incluso ansiedad en el niño. Debemos apartar al niño de estas situaciones adversas, complicadas, que en la mayoría de las ocasiones no van a comprender y van a mal interpretar, para hacerse una idea distorsionada de sí mismo y de su implicación en el problema. 

A continuación os dejo un fragmento de "La Vida es Bella", una maravillosa película ambientada en la II Guerra Mundial que si no habéis visto, la recomiendo por su gran humanidad y por su delicadeza. La base de esta secuencia es la habilidad que tiene el padre del niño para crear en el niño una idea sobre un juego en el que están concursando y que no perciba la experiencia del campo de concentración como algo negativo, doloroso y horrible, como en realidad era, sino como un juego. Sin más os dejo con el vídeo:






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